Se trata de una teoría utilitarista que fundamenta el valor de cambio de las cosas en la apreciación que de ellas hacen los sujetos. Según esta concepción, las cosas adquieren categoría de bienes económicos porque son útiles para las personas. Pero la utilidad no es una cualidad intrínseca del objeto, sino que le es conferida por los hombres cuando llegan a conocer para qué sirven las cosas. Mientras no se sepa cuál pueda ser su aplicación no son útiles. Cuando lo son, los individuos necesitan satisfacer sus necesidades con ellas y por eso les otorgan subjetivamente valor (o sea, están dispuestos a pagar por ellas).
Aunque algún griego clásico (tal cual Sócrates) y algún filósofo romano (como Séneca) ya habían aludido a que los sujetos otorgan valor de uso a las cosas de la naturaleza, es decir, pasan a tener la categoría de bienes, y luego pueden conferirles valor de cambio si ese valor de uso es apreciado por dos o más personas, los cimientos de esta teoría se encuentran en la Escolástica. A tal respecto, Schumpeter (obra citada, p. 136) afirma que:
La economía del bienestar propia de los doctores escolásticos se enlazaba con su economía "pura" por medio del concepto axial de esta última, el concepto de valor, el cual se basaba también en las "necesidades y su satisfacción".
Y luego continúa diciendo (ibídem, p. 137):
En primer lugar, en la crítica de Duns Escoto y sus seguidores, los escolásticos tardíos, particularmente Molina, dejan completamente en claro que el coste, aunque es un factor de la determinación del valor de cambio (o precio), no es la fuente lógica o "causa" de éste. En segundo lugar, esos escolásticos descubrieron con inequívoca claridad la teoría de esa utilidad que ellos consideraban fuente o causa del valor. Molina y Lugo, por ejemplo, fueron tan precisos como lo sería C. Menger al puntualizar que esa utilidad no es una propiedad de los bienes mismos, ni coincide con ninguna de sus cualidades intrínsecas, sino que es reflejo de los usos que los individuos observados se proponen hacer de dichos bienes, y de la importancia que atribuyen a esos usos. Pero ya un siglo antes San Antonino, evidentemente movido por el deseo de despojar al concepto "utilidad" de indeseables sentidos "objetivos", había utilizado un término no clásico, pero excelente: complacibilitas, equivalente exacto de la "desiredness" del profesor Irving Fisher, usado para significar el hecho de que una cosa está siendo efectivamente deseada, y nada más. En tercer lugar, los escolásticos tardíos no resuelven explícitamente la "paradoja" del valor (el agua, pese a ser muy útil, no tiene normalmente valor de cambio); pero obviaron la dificultad por el procedimiento de relacionar desde el principio su concepto de utilidad con la abundancia y la escasez; su utilidad no era utilidad de los bienes en abstracto, sino utilidad de las cantidades de bienes disponibles o producibles en cada situación determinada.